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Nos encontramos en la zona residencial de Sydney, en una tarde cuyo cielo se encuentra completamente gris, anunciando una fuerte tormenta de un momento para el otro. Los Caminantes no andan ahora por la zona, tal vez algún que otro que se ha desviado y todos sabemos que un caminante solitario no es realmente un problema si sabes enfrentarlo. Una farmacia se encuentra en una esquina: sorprendentemente, sus ventanas y puertas de vidrio se encuentran intactas, aunque no podemos decir lo mismo del interior. El amplio local está repleto de cajas vacías de medicamentos o artefactos útiles por el suelo. Las largas estanterías se encuentran desordenadas, ya que varias personas han pasado por aquí buscando algo que sea de utilidad. Al fondo, se encuentra el mostrador, que oculta la parte trasera, donde se hayan todos los remedios con receta que puedes imaginar. Y pasándolos, oculta entre las sombras y cajas tiradas, hay una puerta de emergencia que da a la parte trasera. Nadie lo sabe, pero se encuentra completamente cerrada.

Unos pasos se aproximan, pero no se arrastran, por lo que es fácil saber que se trata de gente con vida, de las últimas personas sanas que quedan en el mundo. En cuanto ingresan a la farmacia, suena la pequeña campanilla de la puerta anunciando su llegada, aunque no hay nadie allí que necesite saber que han llegado. Se trata de un pequeño grupo de Investigadores, que se ha reunido para enviar provisiones de medicamentos a ambas bases. Están solos y todo parece calmo... pero nadie puede fiarse de que aquel sea un estado permanente... {Leer más} Nos encontramos en la zona residencial de Sydney, en una tarde cuyo cielo se encuentra completamente gris, anunciando una fuerte tormenta de un momento para el otro. Los Caminantes no andan ahora por la zona, tal vez algún que otro que se ha desviado y todos sabemos que un caminante solitario no es realmente un problema si sabes enfrentarlo. Una farmacia se encuentra en una esquina: sorprendentemente, sus ventanas y puertas de vidrio se encuentran intactas, aunque no podemos decir lo mismo del interior. El amplio local está repleto de cajas vacías de medicamentos o artefactos útiles por el suelo. Las largas estanterías se encuentran desordenadas, ya que varias personas han pasado por aquí buscando algo que sea de utilidad. Al fondo, se encuentra el mostrador, que oculta la parte trasera, donde se hayan todos los remedios con receta que puedes imaginar. Y pasándolos, oculta entre las sombras y cajas tiradas, hay una puerta de emergencia que da a la parte trasera. Nadie lo sabe, pero se encuentra completamente cerrada.

Unos pasos se aproximan, pero no se arrastran, por lo que es fácil saber que se trata de gente con vida, de las últimas personas sanas que quedan en el mundo. En cuanto ingresan a la farmacia, suena la pequeña campanilla de la puerta anunciando su llegada, aunque no hay nadie allí que necesite saber que han llegado. Se trata de un pequeño grupo de Investigadores, que se ha reunido para enviar provisiones de medicamentos a ambas bases. Están solos y todo parece calmo... pero nadie puede fiarse de que aquel sea un estado permanente... {Leer más}

Creado por Isabel Andrews para uso exclusivo de The Dead Hole

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No habíamos llegado a la cabaña que ocultaba el bosque. En parte era algo que mi subconsciente sabía desde que habíamos terminado de bajar la colina, ya que Leon -por fin aprendí su nombre de tantas veces escucharlo de la boca de Audrey - no resistiría semejante caminata, y sinceramente no sabía si yo sí. Encontramos un parador y nos aseguramos entre todos que fuera seguro, o por lo menos que no pudieran entrar caminantes. Me habría tomado la molestia de trabar bien las puertas y ventanas, para luego salir por alguna lo suficientemente alta para que los torpes que no hacía muchas horas casi me habían matado, pero mi pierna se veía espantosa y la sola idea de sentir una superficie u objeto rozar contra ella me causaba nervios.
Me junté con Audrey luego para apilar una colchoneta junto con la ropa abrigada que habíamos cargado con nosotros. Si tenía fiebre no podríamos dejar que empeorara su estado, eso lo sabía hasta yo que tenía nulos conocimientos sobre medicina. Después de todo, ya comenzaba a amanecer y el sol nos pegaría en el cuerpo con fuerza, la última vez que había alcanzado a mirar el almanaque en la base me había indicado que el Verano estaba cerca. Los objetos que tenía en mi mochila comenzaban a fastidiarme la caminata, ya que había ido preparada para pasar una noche fuera si era necesario. Mis pies estaban cansados, la malla de las calzas comenzaba a molestar la herida, por lo que tuve que detenerme mientras Peter y el chico que estaba junto a Audrey y Leon que según había entendido se llamaba John, continuaban caminando. La doblé hasta por encima de la herida y la presión que hizo al ejercer mayor cantidad de elásticos sobre la pierna me hizo sentir un tanto aliviada. Solo esperaba que no se bajara luego, porque ahí sí tendría que soportar un buen grito.
Cuando levanté la mirada, escuché a Peter y después de tanta masacre, pude sonreír de forma natural, como si el peligro se hubiera esfumado por un instante. Tuve que aclararme la garganta ya que la sentía seca a pesar de la lluvia que nos había empapado a la noche. Mi mayor prioridad no había sido beber de ella, sino maldecirla por complicar nuestro escape, visión, y por supuesto, salud. Si pudiera verme en algún reflejo, seguramente me daría miedo mi rostro. El cansancio físico y también mental era agotador, pero no podía rendirme todavía, teníamos que llegar a la base en busca de medicamentos, regresar al Parador y luego ir a por Sak y la compañera de Audrey que habían quedado atascados en la colina, quién sabe dónde.
- Yo también estoy bien, solo me apartaba la tela de la herida - terrible mentira, en otro momento y lugar no dudaría en maldecir con lo pésimo que mi cuerpo se sentía. Aún así, aceleré el paso y me acerqué a un lado de John, para mirarle por primera vez desde que nos habíamos encontrado solo para conocerle mejor - soy Isabel, pero ponme el diminutivo que quieras, no me molesta - no había tiempo para detener el paso y tomarnos de las manos, nuestros amigos estaban en peligro.
Aceleré el paso y me puse al lado de Peter. Teníamos que saber cómo actuar cuando nos acercáramos a la Base, John no podría conocer la ubicación o eso nos habían obligado a hacer, nada de intrusos ni visitantes.
- ¿Cómo haremos con él? no nos perdonarían el llevar un extraño al lugar - vacilé un poco y luego continué, con las ideas aún viajando como torbellino por mi cabeza - ¿Tu crees que si mencionamos que nos está ayudando a rescatar a Sak, lo dejarán entrar? - miré hacia atrás y le hice un espacio entre los dos para que se acercara, no quería dejarle de lado. Los tres estábamos débiles y teníamos que manternos a la vista de todos para cuidarnos de cualquier amenaza que pudiera aparecer.